Hemos oído hablar del cielo, de Dios y lo sagrado. Tenemos la libertad de creer o no creer. Para lo que no tenemos libertad es para entender, porque somos nosotros mismos quienes restringimos o limitamos nuestra propia capacidad para alcanzar la comprensión de lo real. ¿No nos sucederá lo mismo con el amor, la vida y la Liberación? (Narendra)
lunes, 14 de junio de 2010
Teología de la Liberación por Eloy Reverón
Medellín Colombia 1968
La Teología de la Liberación parte del evangelio y de las experiencias de mujeres y hombres comprometidos con el proceso de liberación del subconsciente de opresión y exclusión de Nuestra América en el esfuerzo de abolición de la injusticia para la construcción de una sociedad distinta.
Se estudia para elucidar el significado de su solidaridad con los oprimidos. Uno de sus teóricos primordiales, recomendaba dejarnos juzgar por la palabra de Dios, pensar nuestra fe, hacer pleno nuestro amor y de dar razón de nuestra esperanza desde un compromiso interno retomando los grandes temas de la vida cristiana planteada desde ese compromiso.
Con el especial cuidado de no trasladar mecánicamente una problemática ajena a nuestras coordenadas históricas, intenta preguntarse la significación teológica del proceso de liberación. La teología de la liberación tiene la función crítica de revisar la acción y presencia de ser humano en la historia porque el ser humano se transforma conquistando su libertad a lo largo de su existencia en la historia.
Según esta propuesta teológica, la Biblia presenta la liberación como la salvación en cristo. El tema está conectado directamente con la opción por los pobres. Concibe la concepción teológica como inteligencia de la fe, revisando las tareas permanentes de la teología como sabiduría y como saber racional. La primera se conecta con la reflexión sobre la Biblia. Más allá de aquella vida monástica de antes del siglo XIV y después de la reflexión sobre la vida espiritual de los laicos y más allá de la teología como ciencia en el encuentro de la fe con la razón.
En el caso de América Latina, la importancia que tienen las ciencias sociales es esencial para la confrontación de la realidad social con la contemplación y acción por los pobres. No hable expresamente de revolución, pero está embarcada en el proyecto de una sociedad distinta a la capitalista, a la cuyas instituciones fueron consideradas en la conferencia episcopal de Medellín de 1968.
El ejemplo de la teología pensada por San Agustín en la Ciudad de Dios darse parte de un verdadero análisis de los signos de los tiempos y de las exigencias que ellos planteaban en su tiempo a la comunidad cristiana. En el caso de América Latina redescubre la caridad como centro de la vida cristiana.
En el caso de América Latina redescubre la caridad como centro de la vida cristiana. La caridad como solidaridad y como acto de confianza, un compromiso con Dios y con el prójimo que pasa por la espiritualidad ignaciana que busca esa espiritualidad en la síntesis de la contemplación y de la acción; en este caso, la acción por la liberación del pobre mediante la abolición de la injusticia a través de la acción cristiana.
Para realizar la acción liberadora de los pobres se llevaba a cabo un plan institucional que consistía en la organización de las comunidades eclesiásticas de base. Una concepción distinta a la parroquia. Ella reunía un grupo de 25 familias a la cual se iban incorporando nuevas familias hasta alcanzar la cifra de 125, allí se dividían para seguir conformando nuevas comunidades. Una concepción comunal de la cristiandad, donde la producción y el aprender a producir estaba vinculado a las actividades que no se limitaban al rezo y a la liturgia. La comunidad estaba destinada a un objetivo esencial, la superación de la pobreza material y espiritual de sus miembros.
La actividad pastoral estaba destinada a coordinar la preparación y organización de una comunidad cristiana para que estuviera en forma para superar la pobreza a la cual estaban concientes de que el capitalismo era la forma más acabada de violencia institucionalizada porque acumula la plusvalía del trabajo de los desposeídos.
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